jueves, 20 de octubre de 2011

Las Tristes Comparaciones

¿Y porque no lo ha hecho la competencia?

Esta corta expresión me tiene al borde de la histeria profesional. La he escuchado tantas veces que preocupa. Partamos por lo básico. Cuando una empresa quiere innovar en lo general, todo es alegría, se destapan champañas, se vociferan discursos de cómo entraremos en un nuevo ciclo de creación de valor, etc. Todos contentos. Pero cuando empezamos a tratar de generar innovaciones de verdad, empiezan los verdaderos problemas. Entre las grietas de la cultura corporativa surgen el miedo al cambio, la falta de voluntad, la simplificación de escenarios, etc. Muchos profesionales se asustan porque empiezan a perder la ilusión de la paz de la tarde, porque significa aceptar que tienen que reinventarse en un mundo de cambios, entender que haciendo lo mismo no lograremos resultados diferentes, y que lo único que evoluciona por sí mismo en una organización son el desorden, la fricción y el mal desempeño, nunca el valor.

Pero así y todo siempre existen un grupo de majaderos sistémicos que entienden que hay muchas cosas por hacer, que hay mucho oro de muy buena ley aún por explotar, que creen que podemos ganar más, mucho más, como para ponerlo en lenguaje de financistas. Son los mal llamados intraemprendedores, cuya definición quizás calza mejor en una biografía profesionalmente póstuma si es que tuvieron algún éxito que puedan contar, porque en el día a día los apuntamos con los dedos acusadores, son los críticos, irreverentes, genios, soñadores, ingenuos, y un largo etc. de epítetos cargados de mala onda. A veces, solo a veces, ese pequeño grupo de terroristas corporativos logra saltar las vallas que otros les imponen en su camino, vallas de diferentes proporciones y consecuencias, pero siempre con el mismo objetivo: que te caigas, que te duela y que aprendas la lección, y ojalá con escarnio público. Panadero a tus pasteles, y déjame llegar a la casa a ver el partido que transmiten a las 18.30 horas.

Bueno, una de esas vallas que últimamente he visto mucho es esa pregunta ya de lugar común “¿Y porqué esto que tu planteas no se le ocurrió a la competencia?”. Bueno, las respuestas posibles son variadas, partiendo por la más obvia que sería decir “No tengo idea, no trabajo para ellos”. Pero me quiero detener en todo lo que envuelve esa pregunta.

De partida, la misma implica para empezar un reconocimiento tácito de que la competencia lo hace mejor que nosotros, son más hábiles, inteligentes, creativos, como quiera llamarle. Luego, de ser así, para qué estamos en este negocio! O sea si hay otros mejores y siempre aspiraremos a copiar lo que ellos hagan, bajemos las cortinas y nos vamos para la casa! Que falta de amor propio corporativo envuelve a esas personas, que creen que nada bueno puede nacer de nuestro equipo de trabajo? Como pretenden crear valor en una empresa que siempre irá arrastrada tras los mejores, recogiendo las migajas de participación de mercado? En efecto, es posible que se nos haya ocurrido primero a nosotros, porque estamos tan inmersos en ecosistemas híper complejos y diferentes, que los dibujos del futuro que se nos viene no tienen porqué ser iguales, por mucho que estemos en el mismo mercado.

Pero hagamos la pega. Supongamos que a la competencia si se le ocurrió primero. El que no lo haya presentando en sociedad significa acaso que la idea es un fracaso? Desde que se genera una idea hasta que se desarrolla puede pasar mucho tiempo, relativo obviamente al tipo de mercado en el cual estamos inmersos. Entonces puede que ‘ellos’ estén trabajando en lo mismo, y tienen cierta ventaja, pero aún no han logrado desarrollar el nuevo producto. O peor, también es probable que ‘ellos’ se estén preguntando lo mismo que nosotros.

Vamos un paso más allá. Puede que ya tuvieron la idea, la desarrollaron, y fracaso. Eso quiere decir que nosotros también fracasaremos? Quiere decir que nuestra empresa trabaja tan parecido a la otra, tiene los mismos pensamientos y prejuicios, tiene los mismos talentos personales, que irremediablemente obtendremos el mismo resultado en el desarrollo? Habría que ser muy ciego para creer eso, y si lo reconocemos entenderemos que no tenemos porque fallar porque ‘ellos’ lo hicieron. Es una señal, lógico, y hay que tenerla en cuenta. Es más, es un capital de conocimiento importante de internalizar para no cometer los mismos errores, y así aprender y desarrollar un producto mejor.

Al final las empresas de excelencia, que buscan crear valor, que siempre quieren estar arriba de los demás, no es necesariamente porque tengan mejores talentos, porque tengan mayor participación de mercado, o posean mejores ‘laboratorios’ para desarrollar nuevos productos, es porque se lo han propuesto, y se lo han propuesto de verdad, entendiendo que podemos ser los mejores, no necesariamente siendo mejores, sino soltando los prejuicios que nos atan a ideas preconcebidas que en nada ayudan, que solo sirven para mantener el mortal statu quo que degollará sin contemplación a quienes no se sepan adaptar a una sociedad de cambios, una sociedad cuyos episodios de estabilidad son solo la excepción a la regla, un pequeño oasis para respirar, recargar las pilas y seguir construyendo futuro. 

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